Nunca he sido de las personas a las que les gusta exigir a las otras el otorgamiento de cosas (inmaterialmente hablando).
Nunca he pedido mensajes de despedida, ni bonitos saludos por la mañana. Eso son cosas que salen solas, y que, si las tienes que pedir ya pierden toda la esencia.
Nunca pedí mensajes de amor borracha, o confesiones cuando la otra persona no las quería dar.
Me gusta sentirme libre con las personas y por ello trato que sea recíproco.
Solo hay una cosa que pido.
Solamente una.
Y no hay manera.
No sé si será culpa mía por esperar demasiado de la gente.
Se supone que cuando no esperas nada de nadie no te decepcionan pero el problema es que por mucho que ahora me encantaría poder ser así,
no puedo.
No puedo vivir de meras relaciones cordiales.
Siempre he cuidado mucho el no decir "decepción" al voleo. Demasiado contundente y con demasiada carga emocional detrás.
Pero peor que decirlo siempre está el sentirlo. El sentir como aquellas raíces que creías tan bien conectadas y que te hacían crecer como persona, lo único que al final hacen es demostrarte que deberías haber optado por la vía fácil.
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