Madurar duele ¿no?

No fui consciente de lo tonta que había sido hasta que empecé a rebobinar en mi cabeza todos los momentos pasados,  y fue cuando me digné a prestarle atención a esos detalles.
Lo entendí todo, la única culpable allí era yo, al engañarme a mí misma, al hacer que la señora detalles minimalistas fuera incapaz de aceptar o darse cuenta simplemente de la magnitud del problema.
Amor, ¿que cosas no?
Pero ahora todas esas miradas, gestos, comportamientos cobran sentido, me he caído de mi nube de colores desde el último piso, y para qué mentir, duele, mucho.

Pero nunca te podré reprochar nada, y menos después del coraje que demuestras que corre por tus venas. Al plantarte, harto de la gente, y salir con un portazo bien fuerte y sin miedo de ese armario que te ha tenido cautivo tanto tiempo.